A lo largo de casi tres décadas, la liberación de Shushí en mayo de 1992 sigue siendo un hecho relevante en la historia de Armenia y Artsaj. Esta ciudad estratégica marcó un punto de inflexión en la guerra entre armenios y azeríes, cambiando el curso de la contienda y beneficiando a los habitantes de la región.
El contexto del conflicto
Tras los pogromos de Sumgait, Bakú y Kirovabad en 1988, la guerra entre armenios y azeríes en Artsaj se prolongó durante seis años, hasta el alto al fuego declarado en 1994. A pesar de las reiteradas violaciones por parte de Azerbaiyán, el cese de operaciones militares se mantiene hasta el día de hoy.
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La importancia estratégica de Shushí
Ubicada a solo 12 kilómetros de Stepanakert, la ciudad de Shushí ocupaba una posición crucial en el conflicto debido a su geografía montañosa. Azerbaiyán, con una clara superioridad numérica y tecnológica, había sido favorecido por la distribución del arsenal del Ejército Soviético en territorio azerí antes de la disolución de la URSS. Para principios de 1992, Azerbaiyán contaba con un mayor armamento terrestre y de aviación que Armenia, lo que generaba una situación desfavorable para los armenios en el conflicto.
El avance armenio y la liberación de Shushí
Ante la necesidad de romper el cerco a Stepanakert, reabrir rutas de acceso y establecer comunicaciones seguras, la liberación de Shushí se convirtió en un punto nodal en la estrategia armenia. Las operaciones para tomar la ciudad se llevaron a cabo entre el 8 y 9 de mayo de 1992, culminando con la toma de la ciudad y el establecimiento de un importante triunfo militar para las fuerzas armenias. Esta victoria marcó un cambio en la tendencia del conflicto, mostrando a los armenios como una parte fuerte en la guerra de Artsaj.
Una experiencia personal en Shushí
El relato de una experiencia vivida en Shushí durante un viaje a Armenia en agosto de 2000, resalta la emoción y la significancia histórica de la ciudad liberada. La visita a la Catedral Surp Amenaprguích Ghazanchetsóts, utilizada como depósito de armas por el ejército azerí durante años, dejó una profunda impresión por la oscuridad y la solemnidad del lugar. El testimonio del Arzobispo Barkev Martirosyan, quien vivió y combatió en la guerra, refleja la dureza y la resistencia de los artsajtsí en aquellos difíciles momentos.
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Carlos Boyadjian
Periodista
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