El robo de la primera bandera olímpica
La bandera olímpica ha tenido un fuerte impacto desde que se izó por primera vez en los Juegos Olímpicos de Amberes en 1920. Sin embargo, pocos conocen la historia detrás de aquel primer estandarte, que desapareció misteriosamente durante su estreno en la ciudad belga.
La historia de Hal Prieste
Hal Prieste, cuyo verdadero nombre era Haig Keshishian, nació en California en 1896. Hijo de una pareja armenia que emigró a Estados Unidos, descubrió su talento en el agua mientras servía en la Marina durante la Primera Guerra Mundial. Fue entonces cuando decidió prepararse para competir en los Juegos Olímpicos.
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En los Juegos Olímpicos de 1920, Prieste participó en la disciplina de saltos ornamentales, logrando una medalla de bronce. Pero su historia no acabó ahí, ya que desafió a un amigo campeón a robar la bandera olímpica de los cinco anillos que ondeaba en el estadio.
Un final inesperado
De manera sorpresiva, Prieste trepó el mástil y se llevó la bandera a su hogar en Los Ángeles, manteniéndola en secreto durante décadas. A lo largo de su vida, se alejó de la competencia deportiva y se sumergió en el mundo del espectáculo, participando en numerosas películas.
En 1996, volvió a acercarse a los Juegos Olímpicos al participar como relevo en el recorrido de la antorcha en Atlanta. Un año después, fue reconocido en una cena del Comité Olímpico Internacional como el deportista de mayor edad en ganar una medalla.
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La devolución de la bandera
Finalmente, en 2000, antes de los Juegos Olímpicos de Sydney, Prieste devolvió la bandera en una reunión del COI. Su gesto fue recordado como una hazaña legendaria, y su legado perdura en el Museo Olímpico de Lausana, Suiza, donde la bandera se exhibe junto a una placa en su honor.
Así, la historia de Hal Prieste, el carismático armenio que desafió a las normas olímpicas, sigue viva en la memoria de aquellos que conocen su legado.
Nota original en Ara the Rat
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