El apellido del político y militar romano nos llamaba la atención en las clases de historia armenia. «Lugulós» decíamos en armenio con la segunda ele más llena y nos reíamos. Las risas iban acompañadas pronunciando siempre a continuación el de «Bombeós», el famoso Pompeyo. Ahora que lo pienso ¿no habrán sido ellos los que tuvieron motivos para reírse…?
Lucio Licinio Lúculo, destacado y hábil militar romano del siglo I a.C. era un epicúreo, amante de la buena vida. Hombre de comer y beber, fue durante los últimos diez años de su vida un gustoso anfitrión de fastuosas comilonas en su mansión cerca de Nápoles. De allí la frase «Lúculo cena hoy con Lúculo», que cita Alejandro Dumas en “El conde de Montecristo” y que se aplica a los que se regalan con banquetes suculentos.
Fray Antonio de Guevara –franciscano escritor renacentista- nos cuenta la historia: “Era la casa de Lúculo muy frecuentada de todos los capitanes que iban a Asia y de todos los embajadores que venían a Roma; y como una noche no tuviese huéspedes y su despensero se excusase haberle dado corta y pobre cena porque no había quien con él cenase, respondióle con muy buena gracia: “Aunque no había huéspedes que cenasen con Lúculo, habías de pensar que Lúculo había de cenar con Lúculo”.
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Si el lector se pregunta a qué viene todo esto, pues digamos que Lúculo es uno de los protagonistas más notorios en los libros de historia armenia. Aunque esa parte de nuestra historia se base exclusivamente… en textos romanos.
Estamos hablando del hombre que en el año 69 a.C. llevó a cabo la primera campaña militar de Roma contra la Armenia de Tigrán el Grande (Medzn Dikrán), “Rey de reyes” y personaje histórico venerado por alumnos de colegios armenios de todas las épocas.
Estamos hablando también, del romano que se llevó e introdujo en Europa la “marca” prunus armeniaca: el célebre albaricoque o damasco –símbolo nacional armenio- que tanto habrá degustado durante su estancia en Armenia la primavera de aquel año. Y como no sólo de pan vive el hombre, Lúculo habría de llevarse también algo que le permitiría un goce de espíritu a lo grande durante los últimos años de su vida… Pero vayamos por partes.
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Mitrídates y Tigrán, un dúo dinámico con parentesco
Mitrídates Eupator, rey del Ponto, es uno de esos personajes “de película” más increíbles que la historia universal haya conocido. No por nada Mozart le dedica su primera ópera en 1770. Dueño de una vasta cultura griega, políglota, experto en venenos, antídotos y tratados de medicina, entrenado desde pequeño a las más duras dificultades para sobrevivir, mantiene en jaque durante décadas a la República romana. Debido a sus aptitudes militares y diplomáticas es considerado por los romanos como el hombre más temido de Asia Menor y su máximo rival después de Aníbal.
¿Cuál es su objetivo político? Convertirse en el sucesor de Alejandro Magno uniendo a diversos pueblos de Anatolia en un gran imperio helenístico fuera de la órbita romana. Y por ese motivo expande su poder hasta Grecia, la que lo recibe de buen grado. Pero hay un inconveniente: Roma no está dispuesta a permitir que le ocupen su quintita y mucho menos que le pongan una barrera en su avance hacia Oriente. El conflicto armado está a las puertas y para eso el rey del Ponto necesita de un poderoso aliado vecino.
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¿Y qué pito toca Tigrán el Grande en esta cuestión? Pues el hombre también tiene sus planes en el este, el sur y el suroeste de Armenia, en territorios que incorporará uno tras otro durante un cuarto de siglo, creando a la postre un imperio que se extenderá desde el Mediterráneo hasta el Mar Caspio. Claro que por el momento tiene un problema: está enfrentado a los Partos y necesita de una alianza política y militar que le cubra las espaldas en caso de que Roma pretenda avanzar y aliarse con el imperio Parto en su contra.