En una tarde lejana en Buenos Aires, mi abuelo Voskán compartió conmigo cómo sobrevivió a la tragedia de Esmirna en 1922. Con voz calma y detallada, recordó aquel fatídico 9 de septiembre, un sábado, cuando se lanzó al Mediterráneo para escapar del caos y la destrucción.
Esmirna, una ciudad del pasado cosmopolita, se convirtió en escenario de horror cuando las fuerzas turcas arrasaron con la población armenia y griega. Mi abuelo, Voskán, escapó del fuego y la violencia arrojándose al mar y siendo rescatado por un barco de la Cruz Roja. Así iniciaba su exilio forzado lejos de su hogar.
Esmirna: Antes de la tragedia
Voskán había llegado a Esmirna desde Elmalú a una edad temprana, aprendiendo el oficio de sastre que lo acompañaría toda su vida. Sin embargo, la impunidad de las fuerzas turcas y el avance del gobierno de Mustafá Kemal marcaron el destino de la ciudad y de sus habitantes armenios y griegos.
El caos y la huida hacia el mar
El 9 de septiembre de 1922, el horror se desató en Esmirna. Las tropas turcas saquearon y destruyeron la ciudad, provocando un incendio que consumió todo a su paso. Ante la devastación, la población se vio obligada a dirigirse hacia la costa, en busca de refugio en los barcos anclados. Voskán, separado de su familia, se lanzó al mar en busca de salvación.
El exilio y la memoria de Esmirna
Rescatado por un barco de la Cruz Roja, Voskán inició su exilio que lo llevó a la isla griega de Lesbos y finalmente a Atenas. A pesar del paso de los años, recordó cada detalle de aquella tragedia que marcó a Esmirna para siempre. A cien años de esos eventos, es fundamental recordar a quienes perdieron sus vidas y a los que lograron sobrevivir.
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Los eventos de Esmirna son un recordatorio de la impunidad histórica de la que gozaron las fuerzas turcas, marcando un precedente que aún resuena en la actualidad. Es esencial no olvidar esta tragedia, honrar la memoria de quienes sufrieron y luchar por la justicia y la verdad. La voz de nuestros ancestros nunca debe ser silenciada, es un canto a la vida y un reclamo por la justicia.
Graciela Kevorkian