En tierras de Artsaj, donde la historia se entrelaza con la gloria de montañas cantarinas, los armenios con arraigadas raíces atraviesan momentos dolorosos. El viento del este trae consigo voces de lamentación, recuerdos de un destierro impuesto por Azerbaiyán y un mundo que observa en silencio. En una situación similar a conflictos pasados como Ruanda y Bosnia, los armenios de Artsaj enfrentan una cruz oscura. Mientras los países civilizados ignoran el sufrimiento en nombre de intereses comerciales, la ONU parece ser solo una figura decorativa. En medio de este panorama desolador, los niños de Artsaj continúan llorando por un hogar arrebatado y una paz nunca alcanzada. Es momento de alzar la voz, de unirnos en un grito que despierte al mundo y nos recuerde la humanidad que compartimos. Que las lágrimas de los inocentes nos guíen hacia la verdadera justicia y que la verdad brille con fuerza. – Patricia Minoian